Vivir bien y bello

Arroyo espinillo
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Por Daniel Tirso Fiorotto.

¿Qué es el arroyo Espinillo? Agua, arena, monte, lluvia, sequía, arcillas, barro, aves, peces, mariposas, pescadores, turistas, enamorados, horticultores, federalismo, autonomía, revolución, aulas, templo, juntas de gobierno, soja, herbicidas, insecticidas, arraigo, desarraigo, desmonte, futuro sitio Ramsar, maíz, olores, colores, pan casero, sueños, puentes, peligro, velocidad en la ruta, paz, peleas, meditación, rueda de mate, juegos, asado en la orilla, negocios, cooperativa, sociedad anónima, hospitalidad, lucro, chamamé, milonga, cuarteto, automóvil, tractor, cabalgata. Todo eso y mucho más es el arroyo Espinillo, no como suma de partes sino en sinergia. El biguá come un pez, la milonga dice autonomía; el insecticida termina con la abeja, el auto con la comadreja, la solidaridad con el desarraigo. Si definimos el arroyo como un “caudal corto de agua” caeremos pues en un reduccionismo.

La Junta Abya yala por los Pueblos Libres (JAPL) se propone compartir conocimientos y pareceres para facilitar mutuamente una mirada integral, atravesando los diques de los compartimentos estancos, propios del sistema impuesto. Y rompiendo localismos, chovinismos y estrecheces por el estilo. Esa mirada desatada de los cánones occidentales modernos eurocentrados será decolonial, y serán múltiples los caminos de acceso a esos conocimientos.

La JAPL elige por ahí encuentros que permitan burlar especializaciones y dejen al desnudo la simbiosis entre biodiversidad, artes, historia, saberes heredados, economía, alimentos, antropología, oficios, prácticas, relaciones sociales, etc. Otras veces realiza intercambios por vías digitales o ruedas donde se expresan las miradas de un tema desde distintos ángulos, sin imponer síntesis.

La JAPL es una asamblea. Nos cuesta, como a las mayorías, arrancarnos las cáscaras del sistema presentado como único y agarrado de las instituciones y los “próceres”.

Buscamos conocer modos de vivir y ver la vida y el universo o multiverso en los pueblos, los principios compartidos por distintas culturas en miles de años y en la actualidad, las conductas de los grupos considerados marginales por la historia más difundida -esclavizados, siervos, colonizados, cimarrones, desocupados, “subalternos”, obreros, campesinos, tantos menospreciados y menospreciadas- hacemos una re lectura de pensamientos, historias, ciencias y procesos, prevenidos de relatos y prejuicios atornillados. Estamos hablando de intenciones, no de logros.

Tratamos de recuperar saberes, principalmente del Abya yala (América), como la armonía del ser humano en la naturaleza, el vivir bien y bello y buen convivir (sumak kawsay, tekó porá); y así complementariedad y solidaridad, comunidad, biodiversidad, austeridad, unidad de fondo. O tradiciones como la veneración de la Pachamama o el sistema de reciprocidad.

Nos detenemos en cosmovisiones y actitudes de nuestros pueblos que la conquista pretendió sepultar o desnaturalizar -la resistencia por caso-; y en nudos como el colonialismo, el racismo en sus diversas manifestaciones o el patriarcado.

Como dice Luis Lafferriere: bregamos por otra forma de producir, consumir y convivir, sustentable, pero no nos hemos propuesto prácticas sino conocimientos que puedan estimular nuestra conciencia. Estudiamos la revolución federal artiguista, en especial el concepto de soberanía particular de los pueblos, y no formulamos un orden social para el mundo entero, que reemplace al actual sistema destructivo, sostenido en una red de sobornos, en la que calza el periodismo, siempre con excepciones. Para bajar recetas, ya está Occidente.

Un documento reciente por una “economía de guerra a los privilegios” sintetiza nuestras inquietudes en el plano social. Allí los grupos concentrados son vistos como obstáculos. Pero también se marcan privilegios y vicios naturalizados en las comunidades -el consumismo por caso, o las prerrogativas de algunos sectores- que complican la conciencia por la emancipación porque nos parasitan.

Ruedas de mate, canciones, danzas, marchas: la mirada decolonial no se ciñe a estructuras ni anda llorando amarguras.


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